Es la Iglesia la salida a las periferias

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Por: Carlos Derpic Salazar Abogado – Página 7

La Iglesia en Bolivia es fiel a la práctica de Jesús, con la que sueña el Papa Francisco, una Iglesia en salida a las periferias, sostiene el autor.

La fiesta más importante del cristianismo es la Pascua de Resurrección, que recuerda no la revivificación del cadáver de Jesús, o su retorno a la vida espacio-temporal, sino el triunfo de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, de la verdad sobre la mentira, de la justicia sobre la injusticia, que ya se dieron en la historia y que los cristianos debemos repetir todos los días de nuestra vida.

La Resurrección explica por qué lo que en apariencia fue una derrota, se convirtió en victoria. Con la Resurrección, la cruz, que pudo haber sido símbolo de la ignominia, se transformó en símbolo de esperanza de quienes sufren en el mundo entero. La Resurrección hizo posible un nuevo comienzo tras un final catastrófico; dio fuerzas a los seguidores de Jesús, para reponerse y llevar la Buena Nueva a los confines del Imperio Romano, primero, y del mundo, después.

En este marco, la Iglesia fue la encargada de prolongar la causa de Jesús en este planeta. La Iglesia que, en medio de luces y sombras, continúa vigente hasta nuestros días, dando –en muchísimas ocasiones– testimonio de la práctica de Jesús.

“El Evangelio es la encarnación de los derechos humanos”, escribió en 2011 Filemón Escóbar, para poner de manifiesto el compromiso asumido por la Iglesia Católica, sus obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, contra las dictaduras militares. 

¿Cuántos revolucionarios tendrían los pantalones del arzobispo de La Paz, monseñor Jorge Manrique, en 1980, para encarar en pleno paseo de El Prado al Ministro del Interior Luis Arce Gómez, a plena luz del día, y reclamarle por la violación de los derechos humanos que ejecutaba? El “entredicho” que declaró en enero de 1978, en ocasión de la masiva huelga de hambre que vivía Bolivia, terminó por conseguir amnistía general e irrestricta para el pueblo boliviano. Desafió el toque de queda, convocando a los fieles católicos a celebrar la “misa de gallo” en la Navidad de 1980, con gran éxito.

La Iglesia Católica, en septiembre de 1980, con la publicación de su documento Dignidad y Libertad, frenó la pretensión de la dictadura de García Meza, de promulgar una Ley de Seguridad de Estado, que buscaba “legalizar” la tortura, la persecución, la desaparición forzosa y el asesinato. El diario católico Presencia, dirigido en 1980 por Huáscar Cajías Kaufman, tuvo una actuación preponderante en defensa de la libertad y la democracia, pese a los ataques y amenazas que sufrió. Otros obispos que actuaron decididamente en pro de los derechos humanos, durante las dictaduras militares, fueron Nino Marzoli, Bernardo Fey y Julio Terrazas.

Más cerca en el tiempo, ya en democracia, hay que destacar la valentía de monseñor Edmundo Abastoflor que, como obispo de Potosí, impidió en dos oportunidades la masacre de obreros (1986) y universitarios (1988), poniéndose él solo, en medio de gases y balas, entre los bandos en disputa. Y también la valentía de monseñor Tito Solari, como arzobispo de Cochabamba

La Iglesia se encuentra asentada no solo en las capitales de Bolivia, sino también en las prelaturas de Aiquile y Coro Coro y los vicariatos apostólicos de Beni, Reyes, Pando, Camiri y Ñuflo de Chávez, territorios misioneros ubicados en lugares alejados y de muy difícil acceso, en los cuales brinda servicios de apoyo a personas y/o sectores vulnerables en temas educativos, de salud y de acogida, sin pedirles votos ni chantajear a los habitantes de esas zonas. 

Los ámbitos de su servicio son diversos, en temas pastorales y de acción social, como servicios educativos, de salud y de acogida. El apoyo de la Iglesia a migrantes y a privados de libertad, desarrollado por las Pastorales de Movilidad Humana y Carcelaria Católica de Bolivia, respectivamente, es reconocido por los propios beneficiarios, que ven en quienes se acercan a ellos, sacerdotes y laicos, a personas despojadas de todo interés personal o de grupo y dispuestas a darlo todo por cumplir su labor, sin esperar nada a cambio. 

Una entidad particularmente importante en estos días, es la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM), en la que se encuentran los obispos Eugenio Coter y Robert Flock que, en línea con el papa Francisco, han optado decididamente por los indígenas de la Amazonia y por la defensa de la Madre Tierra. 

La REPAM clama porque se tome en cuenta a los habitantes de esa zona y se opone públicamente, por ejemplo, a los decretos incendiarios emitidos por un gobierno que pregona defender los intereses de los indígenas, pero que los reprime. Los obispos y demás miembros de la REPAM exigen salud y vacunas para los indígenas.

Hay muchísimos más ejemplos, como las Escuelas de Cristo, fundadas en 1907 por el sacerdote franciscano José A. Zampa, 24 años antes de Warisata, que hoy tienen 2.000 profesores en 440 unidades educativas.

Ni qué decir de las ocasiones en que la Iglesia hizo escuchar su voz en momentos muy difíciles para Bolivia, como en octubre y noviembre de 2019, ocasión en la cual tuvo participación protagónica en la pacificación del país, pese a las traiciones y marchas y contramarchas de quienes consultaban qué hacer, con sus líderes que estaban fuera del país, y luego incumplían sus compromisos.

En el pasado, hacer presente a Jesús, afirmando que “Él es el Señor”, costaba muy caro, lo mismo que hoy, cuando los cristianos, invocando a Jesús, rechazan adorar a los “ídolos” de la época y denuncian las injusticias y el abuso del poder.

Los autoritarios, sabedores de su debilidad, no toleran la disidencia, se molestan con la libertad de los demás. Les encantan los puños izquierdos en alto y las manos derechas en los pechos. Vociferan: “Un solo proyecto, un solo partido, un solo líder…”, para huir cuando las papas queman y regresar después intentando convencernos de algo que en realidad no sucedió.

Al inicio de la CVIII Asamblea de la Conferencia Episcopal Boliviana, monseñor Centellas, su presidente, nos recordó: “La Resurrección exige sembrar vida donde otros siembran muerte”. Fiel a ello, la Iglesia en Bolivia es fiel a la práctica de Jesús. Es la Iglesia con la que sueña el papa Francisco, una Iglesia en salida a las periferias.

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